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Cristo Rey del Universo: Eugenio Lira Rugarcía, Obispo de Matamoros

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Cristo Rey del Universo

Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí (cf. Lc 23, 35-43)

Aquellos a quienes Jesús había incomodado al dar testimonio de la verdad, le gritaban: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. No reconocieron que en él, Dios, creador, sostén y meta de cuanto existe, se hubiera hecho uno de nosotros para salvarnos. No aceptaron su camino: el amor, que es darlo todo para mejorar la vida de todos. Por eso lo rechazaron, lo crucificaron y lo maltrataron, considerándolo un fracasado.

Sin embargo, uno de los malhechores que estaba crucificado a su lado, no se dejó llevar por ese ambiente de desprecio y de violencia, sino que supo mirar con profundidad. Viendo que Jesús, que sabía que solo el amor, que en definitiva es Dios, es capaz de restaurarlo todo, en lugar de bajarse de la cruz siguió dándolo todo para liberarnos del pecado y ofrecernos vida eterna[1], exclamó: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.

Aquel hombre comprendió que, como dice el beato Anacleto González Flores, patrono de los laicos mexicanos: “Cristo es la audacia más alta que ha pasado y sigue pasando… la audacia de lo eterno” [2]. ¡Démonos cuenta también! No nos dejemos arrastrar por un mundo que considera que el éxito es sentirse a gusto, preocuparse solo por uno mismo, relacionarse con los demás en la medida en que nos den algo, y desentenderse de los que tienen alguna necesidad.

Tampoco nos dejemos ofuscar por las penas y los problemas. Porque si lo hacemos, nos condenaremos a una vida vacía, frágil y sin sentido, que puede terminar en el abismo sin final del amor rehusado, del que aquel malhechor arrepentido se libró cuando, en respuesta a su súplica, Jesús le contestó: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Y es que, como afirma san Ambrosio: “el Señor siempre da más de lo que se le pide”[3].

¡Seamos audaces! No permitamos, como dice el Papa, que nuestras debilidades y fallas determinen nuestro presente y nuestro futuro[4]. ¡Todo puede mejorar! Vayamos a Jesús[5], que  viene a nosotros en su Palabra, en la Eucaristía, en la Liturgia, en la oración y en el prójimo, y declarémoslo nuestro Rey, como hicieron las doce tribus con David[6].

Reinando en nuestros corazones, Jesús nos hará capaces de vivir, como él, la libertad del amor, sin dejarnos encadenar por nuestras pasiones, por el ambiente o por el mal que nos hacen. Así, formando parte de su Reino, reinaremos por siempre con él, amando y haciendo el bien, comprobando aquello que decía el beato Anacleto: “Los éxitos… seguirán siendo de los audaces”[7].


[1] Cf. 2ª Lectura: Col 1,12-20.

[2] Tu Serás Rey, 2ª edición, Comité Central de la ACJM, México, 1950, pp. 15.

[3] En Catena Aurea, 11338.

[4] Cf. Homilía en Nagasaki, Solemnidad de Cristo Rey, 24 de noviembre de 2019.

[5] Cf. Sal 121.

[6] Cf. 1ª Lectura: 2 Sam 5,1-3.

[7] Tu Serás Rey, op. cit., pp. 17.

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