Noticias
Pinin Brambilla, la mujer que pasó más de 20 años restaurando «La última cena» y enmendó el «gran error» de Leonardo da Vinci

Cuando la restauradora Pinin Brambilla se enfrentó por primera vez al mural de La última cena en 1977, la obra maestra de Leonardo da Vinci era apenas reconocible bajo espesas capas de intervenciones fallidas. Cubierta por yeso, repintes opacos y barnices oxidados, la escena que plasmó el momento crucial en que Cristo anuncia su traición parecía condenada al olvido. «Dudé si realmente estaba ante un Leonardo», confesó Brambilla, cuya meticulosa restauración -la más exhaustiva en 500 años- revelaría sorprendentes detalles ocultos durante siglos.
El mural, pintado entre 1495-1498 en el refectorio de Santa Maria delle Grazie en Milán, sufría un deterioro acelerado desde su creación. El error crucial de Da Vinci fue rechazar la técnica tradicional al fresco -donde los pigmentos se fusionan con el muro húmedo- por una mezcla experimental de óleo y témpera sobre yeso seco que nunca fraguó correctamente. Para 1652, el desgaste era tan severo que los monjes perforaron una puerta en la base, eliminando para siempre los pies de Cristo -posiblemente cruzados en alusión a su futura crucifixión-. Humedad de un arroyo subterráneo, humo de cocina, vandalismo durante la Revolución Francesa y bombardeos en la Segunda Guerra Mundial se sumaron a seis desastrosas restauraciones que habían distorsionado los rostros: Mateo aparecía décadas más viejo, Judas había perdido su expresión de culpa, y Jesús su aura serena.

Brambilla emprendió un proceso quirúrgico sin precedentes. Equipada con microscopios, herramientas de odontología y pinceles de un solo pelo, su equipo trabajó en fragmentos de 5×5 cm durante jornadas maratonianas. «La pintura original era frágil como alas de polilla; las capas superiores, duras como concreto», describió. Cada centímetro demandaba semanas: disolventes especiales aplicados con goteros, bisturíes para levantar repintes del siglo XVIII, y acuarelas mínimas sólo donde el original era irrecuperable. El proceso se interrumpía constantemente: desde visitas de la realeza inglesa hasta disputas sobre si revelar demasiado podía «traicionar» a Leonardo.
Los hallazgos revolucionaron la comprensión de la obra. Al remover capas de pegamento animal aplicado en 1726 -que aceleró el craquelado-, emergieron detalles perdidos: los reflejos en copas de vidrio veneciano, el pan trenzado sobre la mesa, los pliegues del mantel que daban profundidad tridimensional. Las expresiones de los discípulos recuperaron su intensidad psicológica: Felipe mostrando inocencia, Pedro con un cuchillo anticipando violencia, Judas derramando sal -símbolo medieval de traición-. Pero la restauración generó feroz debate: mientras algunos celebraron «recuperar el Leonardo auténtico», otros lamentaron la pérdida de pátinas históricas que también contaban la biografía material de la obra.
El contexto histórico multiplicó los desafíos. Napoleón había convertido el refectorio en establo; soldados rasparon los ojos de los apóstoles en 1796; la humedad constante activaba hongos microscópicos. Brambilla implementó soluciones innovadoras: selló la sala con cámaras climáticas, usó luz ultravioleta para detectar repintes, y documentó cada etapa con fotogrametría tridimensional. Su enfoque minimalista -«menos es más»- contrastó con restauraciones anteriores que repintaban libremente: «No somos artistas, sino cirujanos del tiempo», declaró.

Al concluir en 1999, Brambilla, entonces con 72 años, confesó una paradoja: «Terminar me dejó vacía. Cada obra se lleva algo de ti». Su trabajo permitió que nuevas generaciones experimentaran el impacto visual original -los vibrantes azules lapislázuli, los sutiles sfumatos-, aunque con una advertencia: sin los estrictos controles actuales (15 minutos de visita, filtros anti-polvo, grupos de 25 personas), el mural podría desaparecer en décadas. Hoy, la obra sigue siendo un paciente en cuidados intensivos, recordando que incluso los genios cometen errores técnicos… y que corregirlos requiere tanto talento como crearlos.
Con información de: BBC en Español.com
Noticias
Así quedó la prelista de selección mexicana para Copa Oro 2025

La selección mexicana anunció la prelista de jugadores que podrían ser considerados por el técnico Javier Aguirre para la Copa Oro 2025.
Son un total de 59 nombres los que aparecen en esta lista preliminarque quedó confirmada de la siguiente manera:
Porteros: Guillermo Ochoa, Raúl Rangel, Álex Padilla, Andrés Sánchez, Luis Ángel Malagón, Sebastián Jurado y Antonio Rodríguez.
Defensas: Kevin Álvarez, Jorge Sánchez, César Montes, Johan Vásquez, Jesús Orozco, Jesús Angulo, José Castillo, Israel Reyes, Luis Romo, Mateo Chávez, Gilberto Sepúlveda, Eduardo Águila, Ramón Juárez, Julián Araujo, Jesús Gómez, Isaías Violante, Emilio Lara, Juan Sánchez Purata y Diego Campillo.
Mediocampistas: Jesús Gallardo, Carlos Rodríguez, Edson Álvarez, Luis Chávez, Erik Lira, Roberto Alvarado, Diego Lainez, Alexis Gutiérrez, Sebastián Córdova, Orbelín Pineda, Jorge Ruvalcaba, Jeremy Márquez, Gilberto Mora, Alan Cervantes, Amaury Morales, Salvador Reyes, Jesús Angulo y Denzell Arturo García.
Delanteros: Marcel Ruiz, Alexis Vega, César Huerta, Ozziel Herrera, Raúl Jiménez, Guillermo Martínez, Julián Quiñones, Stephano Carrillo, Santiago Gimenez, Ángel Sepúlveda, Efraín Álvarez, Hirving Lozano, Hugo Camberos, Erick Sánchez y Henry Martín.
El torneo de la Concacaf se disputará del 14 de junio y culminará el próximo 6 de julio en el NRG Stadium de Houston, Texas.
Espectáculos
¿Liberty City en GTA 6? Los easter eggs que alimentan la teoría de un mapa más ambicioso

Mientras los fans analizan con lupa el segundo tráiler de Grand Theft Auto 6, una sorprendente teoría gana fuerza: Liberty City, el icónico escenario de GTA III y GTA IV, podría tener presencia en el nuevo título de Rockstar Games. Aunque el juego confirmó su ubicación principal en Vice City y el estado de Leonida (parodia de Florida), detalles ocultos sugieren que la franquicia podría superar los límites geográficos como nunca antes.
La primera pista está en la protagonista: Lucia, quien según el tráiler es originaria de Liberty City, pero termina encarcelada en Leonida. Este dato biográfico no sería casual. Jugadores agudos también detectaron una placa vehicular de Liberty City y una gorra de los Liberty City Cycles, elementos que Rockstar incluyó estratégicamente. Estos easter eggs han encendido la imaginación de la comunidad, que ahora especula con la posibilidad de visitar ambas ciudades en un mismo juego.
No sería la primera vez que la franquicia cruza fronteras ficticias. En GTA: San Andreas, los jugadores viajaban brevemente a Liberty City mediante una misión aérea. Si Rockstar repite la fórmula, GTA 6 podría ofrecer secuencias narrativas en la metrópolis neoyorquina, quizá mostrando el pasado de Lucia o expandiendo el mapa post-lanzamiento. Algunos teorizan incluso sobre misiones paralelas en tiempo real entre ambas ciudades, aunque la desarrolladora guarda silencio al respecto.
El retraso del lanzamiento (ahora previsto para mayo de 2026) alimenta más especulaciones. Los analistas sugieren que Rockstar podría estar puliendo detalles ambiciosos, como un mapa interconectado o eventos multiregión. De confirmarse, sería un hito técnico para la saga: Liberty City y Vice City, dos de sus locaciones más emblemáticas, coexistiendo en un mismo universo con mecánicas de viaje innovadoras.
Mientras esperamos más detalles, una cosa es clara: Rockstar Games está tejiendo una narrativa más compleja que nunca. Ya sea mediante flashbacks, DLCs o sorpresas inesperadas, la inclusión de Liberty City —aunque sea simbólica— sería un guiño magistral a los fans veteranos. Como bien sabe la compañía, en el mundo de Grand Theft Auto, hasta el más mínimo detalle puede esconder una revolución.
Con información de: IGN en Latinoamérica.com
Noticias
Meta aprovecha la piratería académica para entrenar su IA: la paradoja del conocimiento cautivo

El reciente descubrimiento de que Meta utiliza LibGen —una biblioteca digital de contenidos académicos pirateados— para alimentar sus modelos de inteligencia artificial expone las contradicciones de un sistema que privatiza el conocimiento mientras las grandes tecnológicas lo explotan sin compensar a sus creadores. Este caso revela cómo el capitalismo digital está perpetuando nuevas formas de extractivismo intelectual, donde ni el rígido sistema de copyright ni la piratería alternativa benefician a los investigadores.
La paradoja es profunda: mientras las editoriales académicas mantienen tras candados digitales trabajos que los autores no comercializan (y por los que rara vez reciben regalías), gigantes como Meta se apropian de ese mismo conocimiento sin contribuir al ecosistema científico. Como señala un académico cuyo libro apareció en LibGen sin su consentimiento: «El problema no es la piratería, sino que mi trabajo termine en los servidores de Zuckerberg». Este fenómeno evidencia la crisis de un modelo donde investigadores ceden sus derechos a editoriales que facturan millones, mientras bibliotecas y científicos recurren a plataformas como Sci-Hub para acceder a contenidos inalcanzables.
El sistema actual opera como un doble fracaso: por un lado, el copyright académico se ha convertido en un obstáculo para la circulación del conocimiento, con artículos que cuestan hasta $50 USD por descarga y libros especializados con precios prohibitivos. Por otro, la solución clandestina (LibGen, Sci-Hub) ahora es cooptada por corporaciones que repiten el mismo extractivismo, pero sin siquiera generar citas —la verdadera «moneda» académica—. Como explica el autor, «los investigadores no somos dueños de nuestro trabajo, pero Meta lo usa sin reconocer su origen».
Ante esto, el acceso abierto emerge como alternativa imperfecta. Aunque iniciativas como Creative Commons o revistas sin fines de lucro ganan terreno, persisten desigualdades: publicar en abierto cuesta entre 1,000 y 11,000 USD, un privilegio solo accesible para instituciones bien financiadas. Mientras, Meta evade el debate ético usando contenidos pirateados, demostrando que ni las leyes ni la piratería «ética» son barreras para su modelo de negocio. Como ironiza el académico consultado: «Luchamos contra el copyright para liberar el conocimiento, no para que lo monopolicen algoritmos corporativos».
Este caso trasciende lo legal: cuestiona quién controla el conocimiento en la era de la IA. Si las empresas pueden eludir tanto a las editoriales como a los creadores, ¿qué queda para la academia? La respuesta no está en criminalizar la piratería —sintomática de un sistema roto— sino en exigir que la inteligencia artificial, especialmente la desarrollada con fondos públicos o datos académicos, opere bajo marcos de transparencia y distribución justa. De lo contrario, el sueño del conocimiento libre habrá servido solo para alimentar a nuevos monopolios.
Con información de: Wired.com
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